Para hoy tenía pensado publicar otra cosa, pero así es la vida y los acontecimientos hacen que nos amoldemos a lo que venga. Lo postpondré un poco.
Llevo unos días malísima por comer algún sushi en mal estado. Y demasiadas horas acordándome de esa cena, que por cierto maridé con un rico vino tinto. Lo que me lleva a querer romper el mito de que el vino blanco debe acompañar a los pescados y el tinto a las carnes. Menudo absurdo, porque obviamente dependerá del tipo de alimento y forma de cocinarlo, y del tipo de vino. Ni todos los blancos son frescos y suaves ni todos los pescados se cocinan al horno con patatas.
¡Con lo que me gusta a mí el sushi! |
Por ejemplo, el otro día fui a comer con mi amiga Ana a La Rayúa uno de sus deliciosos cocidos. Digo deliciosos porque los he probado, pero para los más incrédulos hay que decir que tienen garantías. Para empezar, La Rayúa pertenece al grupo de restaurantes que la familia Verdasco tiene en Madrid, entre los que se encuentra la Taberna La Bola cuya especialidad también es el cocido. Y a parte de sus raíces, en La Rayúa miman la calidad y la imagen al detalle, cocinando a fuego lento de carbón de encina cada puchero de barro individual su famoso cocido madrileño.
La cuestión es que Moncho (encantador, nos atendió todo el tiempo como si fuéramos de la familia) me retó a tomar el cocido con un vino blanco, y acepté. El vino en cuestión era el blanco que la bodega Martínez-Lacuesta está haciendo en la D.O. Rueda, y el experimento resultó muy positivo. No sólo el vino defendió su propio carácter, sabor y frescura, si no que potenció el sabor del cocido, haciéndolo más digestivo y apetecible.
Pero este no es el único caso de mi experiencia que justifica la desmitificación, porque creo que ya son muchas (muchas) veces las que marido sushi con vino tinto. Los ejemplos más recientes son el de la pasada noche (fatídica noche) con una botella de Graciano 2011 de la bodega Heretat de Taverners (D.O. Valencia) y P3 2009 de Dominio de Tares (D.O. Bierzo).
El primero es un monovarietal de graciano con una crianza de 14 meses en barrica de roble francés y americano.Un vino muy original, goloso pero fresco por su característica acidez, complejo pero muy apetecible. Un valenciano que se bebe sólo. El segundo vino está elaborado a partir de una mencía prefiloxérica fermentada en roto-fermentadores de 600l y con 16 meses de crianza en barrica de roble francés. Un gran vino del Bierzo potente a la vez que sedoso.
Creo con con este post lo que pretendía es animar a la gente a seguir sus instintos, gustos o caprichos. Hay que olvidar esos miedos que existen entorno al culto del vino y atreverse a probar cosas nuevas. Realmente muchos se sorprenderán de los resultados (otros me tacharán de arriesgada o loca).
Ahora bien, que cada cual haga lo que le plazca, porque la vida es muy corta para andar con tonterías.